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―Está bien —respondió David—. Ya verás de lo que es capaz tu siervo.

―Si es así —añadió Aquis—, de ahora en adelante te nombro mi guardaespaldas.

Ya Samuel había muerto. Todo Israel había hecho duelo por él, y lo habían enterrado en Ramá, que era su propio pueblo. Saúl, por su parte, había expulsado del país a los adivinos y a los hechiceros.

Los filisteos concentraron sus fuerzas y fueron a Sunén, donde acamparon. Saúl reunió entonces a los israelitas, y armaron su campamento en Guilboa.

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